Cuando Rita me sugirió hace días
escribir sobre estas cajas de cerillas, me vino el recuerdo de aquel
día en que desalojamos las cosas de Miguel Ángel Andés del piso de
la calle Caravaca. La enorme cantidad de cuadros, dibujos, objetos,
papeles, libros..., que conservaba mi tío, hizo que la tarea se
prolongara durante unos cuantos días. La mayor parte de los objetos
de pequeño tamaño los guardamos en cajas con el ánimo de
clasificarlos y catalogarlos más adelante. Recuerdo que mi tío me
había regalado una de esas cajitas de cerillas allá por el año 85,
en los tiempos en que Maite y yo íbamos de vez en cuando a visitar a
mi abuela. Muchas veces Miguel estaba en casa y nos sentábamos con
él en la terraza o en un pequeño salón del que recuerdo, entre
otros muebles, una librería con puertas de cristal traslúcido, que
mucho antes había utilizado mi abuelo para guardar sus cosas
personales bajo llave. Cuando Miguel volvió a Caravaca, su padre, mi
abuelo Juan, ya había muerto, y la librería ya no solo contenía
los objetos y libros de mi abuelo. Recuerdo una caja de metal con las
típicas agujas y jeringas de los practicantes médicos de antaño.
Mi abuela y Miguel habían empezado a guardar otras cosas pequeñas
entre las que destacaban las famosas cajas de cerillas. Miguel nos
las mostraba a Maite a mí y nos contaba que estas pequeñas obras de
arte habían sido famosas durante un tiempo, pues él había sido el
único artista al que se le había ocurrido utilizarlas de ese modo.
Recuerdo especialmente una de esas cajas con la fotografía de un
jarrón chino, al cual Miguel había prolongado su cuello hasta
formar la figura de una especie de monstruo, o feto, cuya cabeza solo
aparecía al abrir la caja, pues el artista la había pintado en la
parte trasera del compartimento interno.
No sé si fue esa misma caja u otra la
que yo conservé durante mucho tiempo después en mi casa actual y
que desapareció por obra de magia hace tiempo y ahora no consigo
encontrar. Lo que sí conservo de esta historia es la librería, que
finalmente llegó a mi casa muchos años después, cuando mi abuela
murió en Valdepeñas. Mi tía Juanita, la mayor de todos mis tíos,
que vivía puerta con puerta con mi abuela en aquel pueblo de La
Mancha, no tenía sitio para guardarla y decidió regalármela. Ahora
esa librería alberga mi colección de libros de poesía, muchos de
los cuales rescaté de la biblioteca de Miguel Ángel Andés en
aquellos días que vaciamos el piso de la calle Caravaca.
La foto que encabeza este post fue tomada en la exposición de la calle Ministriles de la que ya hemos hablado. Como se puede apreciar, creamos un pequeño rincón con las cajas, algunas fotos y un recorte de prensa que hablaba de Miguel. Las quince cajas que aparecen en la foto son una pequeña muestra de lo que debió de ser su colección. Hoy en día las conserva mi tío Carlos, con el cual hablé el otro día para comentarle que íbamos a escribir un artículo sobre estas famosas cajas. Digo “famosas”, porque es cierto que debieron de tener repercusión en el panorama artístico de finales de los 70, tal como se refleja en el breve reportaje firmado por Antonio Campuzano que aparece en el recorte. Carlos me confirma que la colección de cajitas pudo ser mayor, pero no hasta el punto de considerarla “una de las más importantes colecciones de cajas de cerillas del mundo”, en palabras de Campuzano.
El caso es que Rita y yo hemos tratado de encontrar el origen del artículo y hasta ahora no hemos tenido mucho éxito. El recorte original, que conservaba Miguel, no tiene ninguna anotación de la fecha o el periódico en que se publicó. No podemos asegurar que el Antonio Campuzano que firmó este reportaje sea el actual cronista taurino de El País. Nos encontramos con un misterio más a desentrañar en este maravilloso proyecto que es recordar y difundir la vida y obra de Miguel Ángel Andés.
La foto que encabeza este post fue tomada en la exposición de la calle Ministriles de la que ya hemos hablado. Como se puede apreciar, creamos un pequeño rincón con las cajas, algunas fotos y un recorte de prensa que hablaba de Miguel. Las quince cajas que aparecen en la foto son una pequeña muestra de lo que debió de ser su colección. Hoy en día las conserva mi tío Carlos, con el cual hablé el otro día para comentarle que íbamos a escribir un artículo sobre estas famosas cajas. Digo “famosas”, porque es cierto que debieron de tener repercusión en el panorama artístico de finales de los 70, tal como se refleja en el breve reportaje firmado por Antonio Campuzano que aparece en el recorte. Carlos me confirma que la colección de cajitas pudo ser mayor, pero no hasta el punto de considerarla “una de las más importantes colecciones de cajas de cerillas del mundo”, en palabras de Campuzano.
El caso es que Rita y yo hemos tratado de encontrar el origen del artículo y hasta ahora no hemos tenido mucho éxito. El recorte original, que conservaba Miguel, no tiene ninguna anotación de la fecha o el periódico en que se publicó. No podemos asegurar que el Antonio Campuzano que firmó este reportaje sea el actual cronista taurino de El País. Nos encontramos con un misterio más a desentrañar en este maravilloso proyecto que es recordar y difundir la vida y obra de Miguel Ángel Andés.
Contacto: amarneciendo@gmail.com
Estupendo el relato y magnifica colección. Nos encanta haber puesto el granito de arena recogiendo con nuestra furgoneta la estantería del abuelo, en viaje relámpago a Valdepeñas con un frío pelón, en el que te acompañamos Antonio y yo, es una preciosa estantería art deco. Referente al articulo igual en la hemeroteca encontráis algo, de todos modos las cajas de cerillas de fosforera española tienen fecha y se pueden datar por serie y por un copyright que aparecía en las mismas cajas si no esta tapado con el dibujo si me las muestras puedo ayudarte a la datación.. Besos a tod@s. e+a=2.
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